miércoles, 27 de septiembre de 2017


Mojar el aire
para arrancarte el capricho.
Delinear así,
los vértices de tus huidas,
de tus hazañas, 
de tu locura sin freno 
y de tu freno sin margen.
Una alarma encendida,
un chillido que late,
una figura poco dócil e inconstante.
Como quien se empecina 
en el rebusque diario 
de las cosas,
merodeás las esquinas 
y arremetés con los dientes
las horas ciegas de la noche.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Soy entre tanto, el pulmón. 
Un rumor que enlaza dos espacios a un mismo tiempo. Aquel puente que conecta los sonidos y olores mezclados de la urbe. 
Esa rectitud en la forma peca de falsa indiferencia y se dedica a camuflar lo vulnerable de la composición.

Lo que aparenta separarme de las cosas casi por imposición.
Quiebro el límite y desnuda muestro ese encanto, atractivo y  particular de abrir el juego y desplegar ambos mundos en simultáneo. Para no estar del todo ausente, ni tan lejana de la realidad contigua. 
Ahora, queda la luz desfasada a un lado, como un rayo interceptado a mitad de camino en este día achicharrado. Una transparencia desenfocada.
Un pasaje, otra entrada y a veces también una salida.

Temporadas


Tal vez empezó en el año 1987, tal vez antes. Mar de Ajó, parte de la costa argentina, ese pedazo de infancia.
No fue un verano, fueron todos los veranos durante 10 años donde esperábamos ver el mar, vestirnos de arena en luchas sin fin, encontrarnos con amigos de años pasados, salir de paseo a la noche alzando sapos, ir a los jueguitos de la principal, comprar historietas, hacer sopas de letras, "meterse hasta ahí, hasta las rodillas" donde la ola no te arrastra, coleccionar demasiados caracoles, dedicarnos a la construcción diaria de castillos a base de una meticulosa ingeniería, tomar chocolatadas con los dedos llenos de sal, hundir los pies en la orilla y buscar almejas y mejillones que nunca comí, usar malla enteriza con volados o moños, luego dos piezas y volver a la malla enteriza por pudor a mostrar la panza, efecto directo de la metamorfosis de los años. Jugar a las cartas y escuchar historias de terror los días de lluvias, degustar como si fuera la primera vez y con excesiva solemnidad los manjares clásicos de las vacaciones: pirulines de colores, helados de crema, churros con dulce de leche y licuados de banana en la playa con sol y también con buzo.
Subir un medano, conquistar la cumbre para lanzarnos y rodar, ser pequeños puntos rebotando en la inmensidad del desierto.
Atardecer entre juegos de paleta con el viento que todo lo vuelve difícil y finalmente volver cansados pero no rendidos con la tarea de juntar ramas para el fuego de la parrilla, bueno, más bien ramitas y algunas piñas caídas.
Tal vez todo esto fue Mar se Ajó, un ritual en pleno enero.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Calles


No quiero ver personas como bultos 
tirados en las veredas,
desparramados en la A
venida Corrientes,
esquivar 
la angustia que se despierta cuando
todo está dividido.
Me rebelo ante la indiferencia 

acomodada
en los pasos ligeros.
Me rehúso a ser parte

de esos que adeudan las miradas
y postergan las voces. 
                         Voces con palabras 
                         que de encontrarse,
se volverían un puente 
para no sentirse tan lejos, acá,
a tan solo dos pasos de distancia.