lunes, 6 de febrero de 2017

Palabrerio


La selección no fue inocente, recorté una viñeta de la cual participé por mi mera cualidad de espectadora. 
Existió alguien, que en su afán de ser reconocido y dárselas de buen entendedor de los tiempos que corren, osó despojarme de mi propia voz... 
Conservo la leve sospecha de que daba igual que yo estuviera ahí. Tener una relativa forma humana o simplemente aparentar ser un ser viviente reunía las condiciones para soportar ese torrente intermitente de frases unidas a más frases, todas, a mis oídos vacías.
Qué pasa cuando a alguien se le ocurre hablarte descomunalmente, aturdirte de opinión personal sobre un tópico cualquiera?
Sucede lo que era medianamente anunciado desde el inicio; el tiempo corre, todo se mueve a nuestro alrededor pero uno está ahí, de pie, disponible (de algún modo) para ese aluvión discursivo...
Un monólogo a expensas del tiempo ajeno.
Si no hubiera caído en esa trampa, seguramente hubiese encontrado otra víctima que le prestara un poco el cuerpo sobre el cual depositar cada una de las palabras con ese fervor innecesario.
Ahí estuve yo, entre miles de estímulos que activaban el repaso de mis pendientes para ese día, simulando atención e interés, con los ojos fijos alimentando ese palabrerio. 
Esa expulsión cargada de vehemencia... y yo quieta, paralizada ante la mínima posibilidad de esbozar siquiera algo que contradiga semejante presentación catedrática. 
Permanecí durante cada segundo de los 20 minutos sin poder abandonar la insistente idea de sacarme de encima, como fuera, sus reflexiones bien consolidadas, inertes y carentes de sentido para mí. 
Quise decirle de forma urgente que me tenía que ir.... 
No, no me tenía que ir. 
Sencillamente considero que me pasé de cortesía, de protocolo.
A falta de un escape posible, de una huida elegante y justa (para mí) lo dejé terminar, saciar el ego, la soberbia y estima sobre su persona. 
En definitiva, para él fue un cuadro perfecto, supuso un diálogo limpio con una exposición prolija, solo que rebalsada de tedio con el agravante de un interlocutor mudo.




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